El 7 de julio se celebra en Japón el “Festival de Tanabata” (o Festividad de las estrellas), la cuarta de las cinco festividades estacionales japonesas y una de las celebraciones más importantes y bonitas del calendario veraniego japonés.
La “festividad de tanabata” se trata de una tradición importada de China que empezó a celebrarse conjuntamente con otra festividad japonesa, el “tanabatatsume”, a partir del periodo Nara (710-794) y se popularizó durante el periodo Edo (1600-1868) hasta llegar a nuestros días.
La fiesta tiene sus orígenes en la celebración del reencuentro entre Orihime (hija del rey del cielo) y Hikoboshi (un pastor de bueyes): ambos protagonistas eran matrimonio, pero debido al apasionado amor que sentían fueron descuidando sus deberes, situación que obligó al rey del cielo (padre de Orihime) castigar a los dos amantes con la separación eterna convirtiéndolos en estrellas. Como separar a dos enamorados por toda la eternidad era demasiado cruel, se les concedió la posibilidad de volver a verse una noche cada año: la noche del séptimo día, del séptimo mes (7 de julio).
Una de las formas primitivas de celebrar el Tanabata consistía en escribir poemas de alabanza a los amantes en tiras de papel (tanzaku) de cinco colores (rojo, verde, amarillo, blanco y negro) que representan los cinco elementos de la naturaleza (fuego, madera, tierra, metal y agua, respectivamente). Los tanzaku se ataban en cañas de bambú recién cortadas ubicadas en los tejados de las casas. Una vez finalizada la fiesta, las cañas se arrojaban al río o corriente más cercano.
Hoy, en el Tanabata se escribe a mano los deseos en pequeños trozos de papel rectangulares y de colores (los tanzaku) y se cuelgan en las ramas de los árboles de bambú dispuestos para la ocasión.
Usualmente estas ramas de bambú se echan al río para que acaben en el mar o se queman a medianoche para que los deseos lleguen a los dioses y se cumplan.
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